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El mercado bursátil está regido por el Azar

el 20 octubre 2012

Por Juan Carela

El Nobel de Economía 2012 fue otorgado a dos estadounidenses que aplican un sofisticado arsenal matemático a la vida económica práctica. Alvin Roth, de 59 años de edad y Lloyd Shapley de 89 estudiaron cómo funciona un sistema de cooperación racional y previsible entre los agentes económicos de la sociedad. Para ello formularon modelos estadísticos y de combinaciones de variables, pero fundamentalmente, buscan abolir el azar en las decisiones que tomen las personas, pero como el azar esta dentro de lo impredecible hasta ahora es solo una utopía. Quieren dominar la contingencia de los mercados bursátiles y perfeccionar la asignación de utilidades.

Los economistas están formados en la teoría de los juegos, la lógica y en estadísticas. Los tipos de juegos de los grupos humanos hoy son la “vedete” de las investigaciones. Trabajan en el tema no solo economistas, matemáticos, sociólogos, politólogos, biólogos o psicólogos. La teoría de los juegos se aplica al derecho, a la asignación de responsabilidades, adopción de decisiones en litigios o conciliación. Uno de los grandes sueños del hombre actual es abolir la incertidumbre de la época, el azar que, a veces, la potencia. Los poetas y los filósofos fueron los primeros en elucidar qué hacer con el azar y la contingencia. Y anticipándose a cualquier racionalización economicista de la casualidad, abandonaron la esperanza de torcer el brazo de lo inesperado. Los Nobeles Roth y Shapley, en sentido contrario, tratan de conocer a fondo el cómo lograr conocer anticipadamente las conductas cooperativas en distintos segmentos económicos: mercado bursátil y reparto de las utilidades.

La teoría de los juegos hoy ganó prestigio en los sectores que toman decisiones institucionales y financieras. Sus técnicas de análisis dan confianza, articulan la ciencia del cálculo. Su pionero fue el matemático John von Neumann. A comienzos de la década de 1940 trabajó con el economista Oskar Morgenstern en las aplicaciones económicas de esa teoría. De esa corriente matemática y de los modelos duros salieron los ilustres galardonados. Han conocido con fruición el libro que publicó en 1944 von Neumannan: “La teoría del juego y la conducta económica”. Y los trabajos de Morgenstern los hicieron avanzar hasta exprimir todo lo que tiene el modelo por el que recibieron el Nobel. Roth aportó a la teoría de las asignaciones estables y a la práctica del diseño de mercado. Y su compañero de premio, Shapely, primero matématico en Harvard antes de ser economista en otras universidades norteamericanas, formuló la asignación racional de pagos en juegos cooperativos (con transferencia de utilidades).

Accionistas, inversores en alianzas estratégicas y otros actores de la vida económica, lo toman de referencia. Con la teoría de los juegos Shapley fue creativo. Dejó su apellido en la disciplina, el llamado “Valor de Shapley”, marcador por el cual se determinan las probabilidades de que ocurra un suceso en acuerdo con los jugadores de la alianza. El reparto de las utilidades tendrá un efecto tendenciado que las técnicas de las probabilidades lo podrán calcular. Para Shapley los comportamientos del mercado y de las empresas son sometidos a las leyes de la sincronía matemática de las variables y, sobre todo, la conducta humana (el desvelo del filósofo Descartes). El “Valor Shapley” muestra que si los jugadores pueden comunicarse entre sí y negociar un acuerdo antes de los pagos, la problemática que surge es diferente. A la hora de asignar dinero, Shapley sabe que una propuesta de coalición y de reparto de los pagos que garantice estabilidad a los individuos no rompe el acuerdo cooperativo de distribución.

Su colega Roth trabaja en paralelo. Usa el juego cooperativo en la asignación de médicos residentes en hospitales de los EEUU., en colegios públicos de Boston, en el mercado bursátil y laboral. En 1994 el Nobel lo ganó Jhon Nash (inspiró la celebrada película “Una mente brillante”) al tomar la teoría de los juegos pero para las conductas no cooperativas de los actores de un mercado. La economía le teme al azar, a lo que es contingente y se aferra así solo a lo calculable. El poeta francés Mallarmé escribió el mazazo “Un golpe de dados nunca abolirá el azar” y Borges jugó a la incompletud para reflexionar: “Lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad o impredecible. Esa compleja maquinaria incluiría en sí todo lo que el orden normal excluiría: lo falaz, el crimen, lo infinito”. Roth y Shapley nunca necesitaron citarlo, sus pertinencias económicas son cooperaciones finitas en un mercado que pretende desconocer el enigmático azar

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