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Diferencias entre crowdfunding y crowdsourcing

 

Fuente: Safari Crowdfunding

Las dificultades para encontrar empleo en época de crisis han hecho que el emprendimiento haya ganado enteros entre las posibilidades que se abren frente al paro. Lo que en otros tiempos era visto por muchos como una gesta quijotesca, y por la Agencia Tributaria como otra alta de autónomo, se ha revestido con un barniz glamuroso gracias a las oportunidades de internet. Ahora se llama emprender. Y está de moda.

El crowdfunding, al alcance de todos los emprendedores

Una de las mejores herramientas que las nuevas tecnologías han dado a los emprendedores, siempre ahogados por las limitaciones económicas y con un panorama especialmente complicado debido a las cortapisas de las entidades financieras para otorgar créditos, es el crowdfunding, término traducible como financiación colectiva y del que ya hemos hablado aquí.

Menos extendido, pero íntimamente ligado con el anterior, aparece el crowdsourcing, que se suele traducir como abastecimiento colectivo, colaboración abierta o externalización abierta de tareas -etimológicamente viene del inglés crowd (multitud) y sourcing (fuente) o bien outsourcing (recursos externos)-, una práctica que está adquiriendo vigencia ya sea como parte de un proyecto de financiación colectiva o como actividad independiente.

Crowdsourcing o externalización de tareas

El crowdsourcing es una interesante herramienta para externalizar tareas y trabajos a través de comunidades de profesionales especializados mediante convocatoria abierta. Presenta varias ventajas además de la reducción de los gastos, como la recopilación de multitud de ideas, muchas de ellas valiosas, la promoción de la propia marca o el networking.

Aquí, en lugar de participar en el proyecto de forma económica, el inversor colabora mediante otros recursos, como tiempo o trabajo. Y, al igual que con la participación monetaria, recibe una contraprestación: regalos, incentivos o descuentos, un micropago económico o un reconocimiento social o promoción a sus servicios (micro-mecenazgo). Lo ideal, como en todas las actuaciones de la economía colaborativa, es que ambas partes obtengan algún tipo de beneficio con el intercambio.

No hay que confundirse, no se trata, como piensa alguna gente erróneamente, de aprovecharse de servicios gratis, sino de establecer una relación laboral que puede resolverse con una remuneración económica o con otro tipo de colaboraciones.

Como explican en la plataforma Safari Crowdfunding, a la hora de poner en marcha una campaña de crowdfunding lo aconsejable es detallar en el plan de negocio qué partidas irán destinadas a la contratación de personal y que se haga una estimación del gasto económico que supondrían -ya que habrá que tenerlo en cuenta a la hora de calcular datos como el retorno de la inversión o la viabilidad del proyecto-.

La otra pata del crowdsourcing son las plataformas que sirven de enlace entre usuarios que tienen una necesidad concreta y profesionales freelance que ofrecen sus servicios con un presupuesto, muy extendidas en los ámbitos del marketing y el diseño, con sites como Nubelo o Twago.

También hay quienes estiran el concepto y bajo el término social crowdsourcing engloban todo tipo de acciones destinadas a interaccionar con el consumidor, acercarse al usuario, ideas, conocimientos y opiniones e involucrar a la audiencia. Incluso hablan de una tendencia en las estrategias de marketing: exteriorizar un problema y consultar a la audiencia en busca de soluciones.

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