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Elementos que definen a un gran líder. 10 Lecciones históricas

Muchos elementos definen a un gran líder, y es difícil tener una precisión que resulte útil para el estudio. Por eso cobra importancia remitirse a las lecciones de la historia. Es la forma más sencilla de evaluar los factores que caracterizaron liderazgos destacados de la bitácora humana. Y si éstos se asocian a periodos difíciles, especialmente crueles e impiadosos, cobran mayor ilustración y son mejor ejemplo. Por esto los grandes líderes están asociados a la guerra y a todo tipo de conflicto humano. Es una paradoja, pero es verdad: del dolor emergen las lecciones valiosas que conducen, eventualmente, a evitarlo.

A continuación, se describen los 10 elementos que definen a un gran líder de acuerdo a las lecciones que proporciona la historia:

1.- Energía:

Muchos de los mayores líderes de la historia han sido adictos al trabajo. Churchill es quizás el más famoso, aunque Margaret Thatcher, Helmuth von Moltke el Viejo y el mariscal Ivan Konev son otros ejemplos.

Churchill mezcló totalmente su vida con el trabajo durante la Segunda Guerra Mundial. Tomó tan solo ocho días de vacaciones en los casi 2200 días de conflicto. Seis de los cuales los  pasó pescando en Canadá y dos nadando en Florida. Pero incluso en estos viajes estuvo acompañado por sus cajas ministeriales rojas y leía todos los periódicos. A pesar de éste régimen de trabajo, Churchill fue capaz de trabajar con normalidad incluso a lo largo de sus dos principales episodios de neumonía durante la guerra.

La energía es un atributo casi demoníaco. Difícil de caracterizar, porque entre otras cosas, adopta muchas formas.

Churchill era indudablemente enérgico y, sin embargo, a menudo no se levantaba de la cama hasta el mediodía. Y eso solo para darse un baño caliente, aunque trabajaba muy duro en sus papeles desde antes del desayuno. «La concentración fue una de las claves de su carácter», recordó James Stuart, el principal crítico de Winston Churchill. «Aunque no lo parecía a primera vista, nunca pensó en otra cosa que no fuera el trabajo que debía hacer». Indudablemente conocía estos elementos que definen a un gran líder.

2.- Habilidad para planificar y para adaptarse:

La capacidad de un líder para planificar meticulosamente es importante, a pesar del dictamen de Moltke de que pocos planes duran más allá del contacto inicial con el enemigo. «Los planes no valen nada», coincidía Eisenhower, «pero la planificación lo es todo».

A menudo se olvida que uno de los planes de guerra más exitosos de la historia moderna, el ataque de Hitler contra Occidente que permitió la conquista de Francia, Bélgica, Luxemburgo y Holanda en seis semanas de mayo y junio de 1940, NO fue el original. Cuando el primer conjunto de planes cayó en manos de los Aliados por accidente solo unos días antes del ataque, Erich von Manstein, el brillante general alemán, elaboró ​​uno nuevo.

Fue este “plan B” el que puso en práctica la famosa maniobra de “corte de hoz”, por el que los cuerpos blindados alemanes separaron a los Aliados de sus bases de suministros, bordearon la Línea Maginot y utilizaron el bosque montañoso de las Ardenas (considerado intransitable), como vía de acceso a los puntos poco defendidos del enemigo. Así los alemanes irrumpieron en Sedan en seis días y llegaron a la costa del Canal en Abbeville en solo diez. Pocos planes B en la historia han tenido tanto éxito.

3.- Una gran memoria:

Para la planificación en particular y para el liderazgo en general, una buena memoria es indispensable. O, en su defecto, un excelente sistema de archivo y procesamiento de información.

Churchill tenía memoria fotográfica, y no solo para obras musicales o la prosa de Shakespeare. Pasaba hasta treinta horas memorizando sus discursos y los practicaba constantemente para hacerlos perfectos. Incluso preparaba algunos que no tenía previsto dar pero que se le podía solicitar que pronunciara en un futuro. En ocasiones regalaba a su séquito discursos que podría haber pronunciado en la Cámara de los Comunes en otros períodos de la historia.

Y en el caso de un archivo, pocos podrían hacerlo mejor que Napoleón, quien también poseía una memoria excelente y utilizaba a su jefe de personal, el mariscal Berthier, para asegurarse que incluso en un carruaje pudieran ubicar geográficamente cada unidad de su ejército. Así enviaba y recibía mensajes por medio de ayudantes que se acercaban a las ventanas del carruaje, tomaban las órdenes al vuelo y se alejaban nuevamente para entregarlas.

Gran memoria o en su defecto un buen archivo y procesamiento de información. Elementos que definen a un gran líder.

4.- Suerte:

Aunque es imposible cuantificarlo o predecirlo, los líderes deben ser tan afortunados como brillantes.

Antes de nombrar un mariscal de campo, Napoleón quería saber si los generales en cuestión tenían suerte. Puesto que ésta jugaba, sin duda, un papel importante en el liderazgo de la guerra. El papel del azar y la contingencia en la historia es digno de un libro independiente, y socava las teorías Whig, Marxista y Determinista de la historia, en las que el progreso de la humanidad se establece a partir de rutas muy definidas.

5.- Entender el sentimiento público:

Un gran líder tiene que apreciar el terreno político y económico sobre el cual hacer campaña o trabajar, estos son otros elementos que lo definen.

Franklin D. Roosevelt podría haber llevado a los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial antes del momento en que finalmente lo hizo, a pesar del intenso sentimiento aislacionista que prevalecía aquel tiempo en América. Pero en las elecciones de 1940 aún tenía que hacer su promesa en Boston a los padres estadounidenses: “Sus hijos no van a ser enviados a ninguna guerra extranjera”. Si no lo hacía ponía en riesgo la capacidad de retener la Casa Blanca y enfrentar la tormenta que venía.

Un líder debe ser realista y poseer la capacidad de apreciar el momento preciso en que es posible cambiar el sentimiento público. En el caso de FDR no hubo finalmente nada extraño cuando los japoneses desataron la guerra contra Estados Unidos en Hawai, el 7 de diciembre de 1941. Entretanto el presidente cumplió su promesa de campaña.

En esta área, Abraham Lincoln también fue un gran líder. Su sentido casi sobrenatural de lo que la Unión podría aceptar políticamente y cuándo lo haría. Lo que se le podía pedir y lo que simplemente no cabía solicitar en un momento en particular. Su disposición a enfrentar tormentas políticas. Hacer los tratos necesarios. Despedir a generales de bajo rendimiento o desleales y emplear oratoria de calidad “pericleana”, como en el caso de Gettysburg y los dos discursos inaugurales, lo hace insuperable como líder de guerra en el panteón estadounidense.

6.-“Irracionalidad oportuna”:

«El hombre razonable se adapta al mundo», escribió George Bernard Shaw en “Hombre y Superhombre», «el irracional persiste en tratar de adaptar el mundo a sí mismo. Por lo tanto, todo progreso depende del hombre irracional”.

Un talento para la “irracionalidad oportuna” es otro de los elementos que definen a un gran líder.

La reina Isabel I de Inglaterra se negó a nombrar sucesor a pesar de las continuas indicaciones de su Consejo Privado, protegiendo así a su país del peligro de una guerra civil. También se negó a ratificar el Tratado de Edimburgo al principio de su reinado, marginando los alegatos de su consejero más cercano, Lord Burghley, hasta que la amenaza planteada por los duques de Guisa finalmente disminuyó.

Isabel I tenía muchos atributos de un gran líder: oratoria, determinación y habilidad de elegir muy bien a sus colaboradores. Pero ésta capacidad de ser “irracional” en los momentos precisos fue lo que le valió su paso por la historia.

7.- Nervios templados:

Tener los nervios templados en una crisis es indispensable. Es una cualidad que no puede subestimarse, y que afortunadamente se puede aprender.

Basil Liddell Hart escribió en su libro de 1944, Pensamientos sobre la Guerra, que “Las cualidades de iniciativa mental y fuerte personalidad o determinación, contribuyen en gran medida al poder de mando en la guerra. Son, de hecho, el sello distintivo de los Grandes Capitanes”.

Stalin estuvo cerca de un colapso mental cuando se enteró de la “Operación Barbarroja”,  el 22 de junio de 1941. Y se retiró a su casa de campo durante días mientras el Ejército Rojo y la Fuerza Aérea fueron golpeados en todos los frentes. Sin embargo, a mediados de octubre, cuando los alemanes estaban a las puertas de Moscú, sus nervios se habían estabilizado lo suficiente para quedarse y luchar.

El comportamiento de Charles de Gaulle el 25 de agosto de 1944, cuando asistió al servicio de liberación de Paris en Notre-Dame mientras se disparaban balas dentro de la misma catedral, también mostró nervios firmes y templados. Lo mismo sucedió con Margaret Thatcher durante la crisis de las Malvinas y después del intento de asesinato del IRA en octubre de 1984. Y por supuesto Churchill durante toda la Segunda Guerra Mundial.

Estos líderes debieron tener completo autocontrol en los momentos de crisis. Tal como lo hizo Napoleón cuando su ejército se retiró en las primeras etapas de la Batalla de Marengo.

La calma bajo presión es la quintaesencia del liderazgo y otro de los elementos que definen a un gran líder.

8.- Persistencia inspiradora:

En octubre de 1944 el general George S. Patton definió liderazgo como la capacidad de «Decirle a alguien que cree que está derrotado que en realidad no lo está».

Dado que las guerras las gana quién vence en la última batalla, la capacidad de inspirar a los perdedores de la penúltima contienda es clave.

Aquí destaca la absoluta obstinación de George Washington en 1775 junto a la de Churchill en 1940.

Aparte de la evacuación de Brooklyn a través del East River en agosto de 1776, donde una extraña combinación de niebla baja y dirección adversa del viento impidió que la Royal Navy eliminara la débil fuerza de nueve mil hombres que le quedaban, George Washington tuvo pocos éxitos en 1775 y 1776.

Si bien Churchill dijo de Dunkerque: «Las guerras no se ganan por evacuaciones», también es cierto, como lo demuestra el propio Dunkerque, que el simple hecho de sobrevivir y escapar fue en sí misma una victoria para los revolucionarios estadounidenses. Sólo sobrevivir a las dificultades de Valley Forge durante el invierno mantuvo viva la causa. Y no podría haberse logrado sin el brillante liderazgo de George Washington y su ejemplo personal.

Lo que Liddell Hart llamaría «Iniciativa mental y fuerte personalidad o determinación» fue personificado por Washington en ese invierno helado de 1776-1777.

A no ser que sea producto de una herencia inerme, nadie se convierte en un líder si no tiene una personalidad fuerte.

9.- Empatía:

Comprender la psicología de los demás es uno de los elementos que definen a un gran líder.

Se supone que para liderar a las personas hay que haber surgido de ellas. Pero ese no es el caso. Muchos de los exponentes más grandes de la historia del liderazgo provenían de la clase acomodada o adinerada de sus países: Alejandro Magno, Julio César, Napoleón, Churchill, los dos Roosevelts y John F. Kennedy, entre una larga lista.

Pero a pesar de sus orígenes todos tenían clara percepción de lo que motivaba a soldados y ciudadanos que provenían de entornos más bajos en la escala social. La capacidad de tener empatía es más importante que los antecedentes económicos o sociales.

Churchill nació en un palacio. Nieto de un duque. Fue a una de las mejores escuelas de su  país y nunca tomó un autobús. Pero podía hablar directamente sobre las necesidades de lo que llamaba la “casa humilde”. Al comandar en las trincheras de la Gran Guerra, aprovechó su experiencia de campaña para asegurarse que los hombres tuvieran sus mismas comodidades: cerveza, pan fresco y un buen servicio postal para conectarlos con sus familias.

10.- Conciencia Política:

Todo líder debe tener un sexto sentido para la política. Desde la capacidad de percibir el golpe que quieran darle. Pasando por un sentido del tiempo, aptitud para la observación, el don de resolver lo que es realmente importante y no una distracción. Hasta la facultad para predecir el comportamiento probable de un oponente en diferentes escenarios.

El “oportunismo”, por supuesto, nunca puede ser subestimado. «Un estadista debe», en la frase de Otto von Bismarck, «esperar y escuchar hasta que perciba los pasos de Dios sonando a través de los eventos; luego tiene que saltar hacia Él y agarrar el dobladillo de su túnica».

Conclusión.-

A veces, por supuesto, tener todos estos atributos no es suficiente.

Napoleón poseía una asombrosa cantidad de cualidades de liderazgo. Pudo compartimentar su mente, planear meticulosamente y con un personal bien entrenado bajo el mariscal Alexandre Berthier. Podía apreciar el terreno y adivinar lo que estaba al otro lado de una colina. Cronometrar sus ataques perfectamente, exhibir nervios templados ante su séquito, incentivar el espíritu de cuerpo. Publicar proclamas inspiradoras, controlar el ciclo de noticias. Adaptarse a los conceptos tácticos, hacer las preguntas correctas y mostrar una crueldad absoluta cuando era necesario.

Su carisma no fue creado artificialmente, y hasta el final disfrutó de notables apoyos de la fortuna. Por encima de todo estaba decidido a detectar el momento que podía explotar una ventaja numérica en el punto decisivo del campo de batalla. Napoleón tenía todos estos rasgos positivos de liderazgo. Pero aun así cometió el terrible error en Maloyaroslavets el 25 de octubre de 1812, eligiendo la dirección incorrecta para sacar a su ejército de Rusia.

Por generosos que sean los duendes y las hadas cuando se reúnen alrededor de la cuna del gran líder para darle sus presentes, siempre parece haber un factor malicioso que arrebata un regalo de la cornucopia.

Si desea saber qué moverá corazones y mandará a multitudes hoy y en el futuro, solo hay una cosa que hacer: estudiar el pasado.

En mayo de 1953, Churchill dijo: “Estudia historia. Estudia historia. Allí yacen todos los secretos de la política estatal».  Y lo mismo es cierto para el liderazgo de guerra, de los negocios o de la comunidad. Si hay una cualidad que todos los grandes líderes de guerra poseían, es la que Lord St. Vincent atribuyó a Horacio Nelson. A San Vicente no le agradaba mucho su compañero almirante. Pero admitió que Nelson «Poseía el arte mágico de infundir su propio espíritu en los demás».

Los grandes líderes pueden hacer que soldados y civiles crean que son parte de un propósito que importa más que su existencia, y que el espíritu del líder se infunde en ellos. Los moralistas pueden decidir si se trata de un «arte mágico» o de una «genialidad siniestra». Pero en ello reside el secreto del liderazgo exitoso.

(Adaptado, traducido y contextualizado por Carlos Nava Condarco del libro «LEADERSHIP IN WAR» de Andrew Roberts. Publicado por Viking e impreso por Penguin Publishing Group, una división de Penguin Random House, LLC. Copyright © 2019  by Andrew Roberts).

DATOS DEL AUTOR.-

Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.

Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”

WEB: www.elstrategos.com

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