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Haga de la Generosidad su principal negocio y su mejor inversión

La Generosidad proviene del acto de dar, y como tal está estrechamente relacionado a la acción, al hecho propositivo. La persona generosa no es pasiva, y en ésta condición ya posee una de las particularidades más valiosas del buen inversor.

Por otra parte, cuando la Generosidad se convierte en un rasgo del comportamiento, se practica con frecuencia, y así califica la inversión de manera positiva.

Finalmente, quien es generoso no tiene expectativas de recompensa, y por lo tanto cualquier efecto que sus actos tengan, es de alta rentabilidad.

La Generosidad entonces reúne todos los requisitos de una buena inversión: a) constituye una acción propositiva, b) es un acto que se practica con frecuencia y, c) su rentabilidad excede las expectativas.

Súmese a esto todo lo que la Generosidad representa en términos cualitativos y se trata de uno de los actos más inteligentes que cualquier individuo puede hacer. Uno que de hecho cambia el mundo, y la vida del protagonista.

¿Es conveniente asociar la Generosidad a criterios de inversión?

¡Absolutamente!, porque es la actividad que más beneficio proporciona a todos los involucrados. Una que multiplica los resultados y puede cambiar la existencia. Toda inversión tiene una arista de sano egoísmo, un componente de interés personal, y ello es necesario para promover la Generosidad en el planeta.

Es importante que la Generosidad no se entienda solo como un acto asociado con el altruismo. Posiblemente sus efectos tienen ése carácter, pero sus móviles pueden inscribirse en el interés personal.

No es relevante tipificar la Generosidad al amparo de algún dogma o criterio moral, ¡lo importante es que la Generosidad exista!, y que sea un acto extendido entre las personas.

Asociarla a rigurosos criterios morales puede conducir a que se prive al mundo de una energía transformadora que precisa con urgencia. Ser generoso no puede verse como una excepción que califica a la persona virtuosa, debe entenderse como un acto que maximiza la utilidad de las interacciones sociales.

Desde el momento que la Generosidad efectivamente multiplica la riqueza (en su entendido integral), debe ser algo que se fomente y se vuelva universal. No puede estar reservado a lo anecdótico o extraordinario.

La Generosidad se inscribe en ése fundamento que explica toda dinámica de inversión: la ley de la siembra y la cosecha. Ningún argumento se le puede oponer, porque efectivamente se cosecha aquello que se siembra. La vida misma da testimonio de ello, desde lo que constituye la concepción humana a lo que representa el frondoso árbol que otorga alimento y sombra.

La vida se reproduce así, y también la riqueza.

Son ésos omnipresentes preceptos de educación social y todos sus convencionalismos los que han alterado la disposición natural del ser humano hacia la siembra y la cosecha. Son los individuos quienes, conscientemente, han  determinado cortar ése flujo natural de las cosas en la vida. Las personas han construido diques absurdos que contienen la energía esencial que tienen ciertos eventos. Ni la naturaleza ni la vida han tomado estas disposiciones. El Universo funciona bajo la dinámica de la Generosidad, de la entrega, del “dar para recibir”, de sembrar para cosechar. El mismo “big bang” no es otra cosa que un acto superlativo de dispensación de energía.

Ser generoso no es un acto altruista, ni siquiera uno que responda al básico interés personal, es una condición natural del Universo y de la vida. Con alinearse a este hecho, los individuos solo retornan a su esencia.

Por criterio práctico habrá que decir que la Generosidad es un acto “conveniente”, pero la verdad es que solo es una reafirmación de la dinámica de las energías fundamentales.

No ayuda en esto la extendida apología del altruismo. No es el camino que conviene seguir para tomar consciencia de algunas cosas vitales. El altruismo se percibe siempre como un estado ideal que se alcanza con virtud poco común. Y esto no genera dinámica. ¿Qué es finalmente el altruismo?: ¿un objetivo o una condición perdida? En cualquier caso no acude eficazmente a los móviles instintivos del ser humano. Y son éstos de los que se tiene que partir para cambiar el mundo con la urgencia que se precisa.

Todas las personas deben estar convencidas que la Generosidad paga.

Y que lo hace exactamente en la misma moneda y proporción en la que ha sido efectuada. Si la Generosidad ha sido expresada en términos de tiempo invertido, retorna en forma de tiempo que se ahorra. Expresada en dinero, retorna en dinero. Si ha sido hecha en forma de amor, retorna en forma de amor. Es la única inversión que no solo paga, en realidad lo hace con una mecánica incremental que no tiene ninguna otra inversión en este mundo.

Dudar de esto constituye un error, pero no solo uno convencional, es un “error estratégico”, porque anula una ventaja competitiva que en mucho sirve para navegar por las aguas turbulentas que tiene la vida.

Las personas no precisan poseer dinero u otros “activos” similares para invertir en los circuitos de la Generosidad, porque pueden efectivamente invertir muchas otras cosas: una sonrisa, tiempo, un sentimiento. Y cualquier inversión tendrá retorno, más temprano que tarde.

Ahora bien, la rentabilidad de la Generosidad no es “lineal”, puesto que habitualmente enriquece el circuito de las interacciones. La persona generosa recibe siempre más de lo que da, y no solo en aquello que ofrenda, también en otras cosas. Esto sucede por algo elemental: la respuesta a un acto generoso se fundamenta también en una actitud positiva de parte del remitente. “Extrae” de él una iniciativa virtuosa, y así perfecciona un circuito de energía de alta calidad.

Nada “negativo” existe en el circuito de la Generosidad, no hay pesar, expectativa, ilusión, esperanza, arrepentimiento o frustración. Estos factores negativos no toman parte en la interacción, no “ensucian” los intercambios. Y por eso se produce siempre un valor incremental, una reacción que genera riqueza.

El otro motivo por el que la Generosidad paga siempre de forma incremental es porque destruye los fundamentos sobre los que reposa la mezquindad. Lo opuesto a la Generosidad es siempre la mezquindad, y ésta explica la existencia de “avaricia, tacañería, ruindad y falta de nobleza”.

En tanto que la mezquindad sitúa a una persona en estado de postergación, la Generosidad no solo la extrae de allí, también la hace trascender.

Si esto se mide en la escala de lo inferior-normal-superior, la mezquindad coloca a un individuo en la primera categoría y la Generosidad la posiciona en la última, en el nivel de lo extraordinario.

Ahora bien, acá llega el planteamiento más importante: ¿a quién debe considerarse un ser mezquino?

Se propenderá con rapidez a calificar como mezquino al individuo avaro y ruin, sin embargo debe incluirse en la categoría de la mezquindad a todo aquel que no sea generoso, ¡simple! Pues todo el que tiene algo para dar a los demás y no lo hace, es mezquino.

Todo ser humano tiene posibilidad de ser generoso, ¡no hay excepción! La generosidad es un verbo, no un sustantivo. ¡Todos tienen algo para dar! Y para hacerlo pródigamente. Luego, el no hacerlo, califica la disposición como mezquina.

Si quiere alcanzar la riqueza, adopte la Generosidad como forma de vida. Sea generoso con el tiempo que dedica a los demás, con el cariño que les profesa, con el conocimiento que les transmite, con la atención que les brinda. También sea generoso con su dinero, por supuesto, pero eso concluye por ser lo más sencillo, especialmente si no es escaso. La Generosidad se perfecciona cuando el acto tiene un costo que se asume premeditadamente.

No es necesariamente generoso quien comparte lo que le sobra. Lo es aquel que da aún de lo poco que tiene. Se es generoso con un abrazo sentido, con una sonrisa sincera, con el acto de escuchar atento lo que otro dice, con el tono de la voz en un saludo de “buenos días” que trascienda el protocolo.

Este es un mundo esencialmente mezquino, ¡vaya a saberse por qué!

Y la persona generosa deja por donde va la misma huella que un tractor en el tupido maizal. Ante él se abren los caminos, se evidencian las sendas de la fortuna y se facilita el andar. El ser generoso destaca en este mundo como un pedazo de lino blanco en el muladar. Se distingue, adquiere valor, se vuelve una referencia y cambia toda percepción.

Si usted se considera un buen inversor, ¿Qué más necesita para reconocer una oportunidad extraordinaria? Y si es escéptico con referencia a todo esto, pero posee la humildad que obliga al sano escepticismo, ponga a prueba todo lo dicho. Otórguese la posibilidad de verificar si la Generosidad paga. Sea un ser completamente generoso los próximos 5 días de su vida, en todo lo que se permita recordar. Verifique luego los resultados y sea honesto con usted mismo en la evaluación, en la misma forma en que lo es cuando trata una inversión convencional.

Si los resultados confirman lo dicho, ¡haga de la Generosidad su negocio principal! Le dará beneficios de los que gozará hasta el último día que habite esta tierra. ¡Y mucho más allá! Porque este tipo de personas se recuerda siempre.

Y su recuerdo enriquece a quienes quedan atrás, porque el hombre generoso deja tierra fértil tras de sí. Y semilla que lo perpetúa en las generaciones que lo siguen.

DATOS DEL AUTOR.-

Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.

Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”

WEB: www.elstrategos.com

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