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La Victoria más grande reposa en el «fondo de la piscina»

Mientras más grande la Victoria, más alto su precio. Mientras mayor el éxito, más importante su costo.

La Vida no entrega nada a cambio de nada, todo le debe ser arrebatado, cada fruto debe pagar el costo de su semilla y el esfuerzo dedicado a su cultivo y su cosecha.

Y la Vida no es, por supuesto, un hueso fácil de roer. Tiene reservados sus mayores premios para muy pocos, para unos cuantos privilegiados: aquellos que tienen el carácter y la capacidad para pagar el precio que ellos tienen. Carácter primero, capacidad luego. A la Vida no le arrebata galardones aquel que más sabe, ni siquiera aquél que más experiencia tiene, de la Vida toma lo mejor la persona de Carácter, la que tiene la disposición y el ánimo para encajar las derrotas más dolorosas, las frustraciones más grandes, los mayores sacrificios. Aquella persona que atraviesa las tempestades con los dientes apretados, pero el rostro sereno, con la angustia recorriendo cada músculo del cuerpo, pero la disposición intacta, la vista fija en el objetivo, el sentir profundo anclado en el solaz de los sueños.

La Victoria no puede ser alcanzada por aquel que nada sabe de fracasos, sencillamente es imposible. La Victoria que no conoce el dolor de la adversidad es una Victoria frágil que solo colma las expectativas de la persona mediocre, aquella que lo mide todo a medias y sólo recurre a los tonos del gris para observar la Vida. La Victoria más grande reposa en el “fondo de la piscina”, allá donde reina el color negro, el color de las desventuras y los infortunios. Al ser humano que conoce de ésas profundidades pocas cosas lo atemorizan y todo lo llama al agradecimiento. Allí ésta persona construye la estructura fundamental de sus conocimientos, allí los convierte en sabiduría, en sana conducta y juicio prudente.

Existen las “victorias de papel”, como existen las lloviznas que espantan al flojo y lo llaman a reposo, pero ésas victorias son efímeras, carecen de sustento y se disipan tan rápido como se han formado, tienen el mismo beneficio que la llovizna le proporciona a la siembra: pobre y distante reflejo de la lluvia temprana o la tardía.

Existen también victorias más sólidas que aquellas de “papel”, como también existe la medalla de bronce o la de plata como reconocimiento al atleta que no llegó en primer lugar. Muchos pueden suponer que en ello hay mérito y que la distancia a la Victoria definitiva fue muy corta, pero en realidad un abismo doloroso separa al que triunfó de aquellos que “casi” lo hicieron, un dolor que es aún mayor que el que sobreviene a quien apenas hizo algún esfuerzo.

Algo separa la Victoria parcial de la Victoria completa, algo diferencia el éxito genuino de aquel que presume originalidad y contento. Ese algo es lo que el ser humano encuentra y vive en el “fondo de la piscina”. Ese torbellino de emociones que genera el fracaso profundo, la adversidad repetida y sin pausa, la necesidad, la angustia de ver los sueños empañados cada día, el juicio de los demás, la incredulidad del medio, la duda que acompaña el pan de cada día, el cansancio profundo que hace gemir los huesos, el llanto que se esconde tras el orgullo castigado, el sufrimiento de aquellos que se quiere y acompañan inocentes el proceso. Todo eso forma en el ser humano el deseo incontenible de la Victoria completa, y todo eso le proporciona el milagroso lubricante que permite que cada engranaje del éxito funcione perfectamente: el agradecimiento.

No hay Victoria total que no eche raíz en el Gracias, en el reconocimiento humilde de la bienaventuranza, en el aprecio sentido de la fortuna. Así como poco sabe del valor de un pan quién nunca ha sufrido su falta, poco sabe del agradecimiento por las cosas buenas que se consiguen en la Vida quién nunca ha sentido su ausencia.

En el “fondo de la piscina” se conoce la humildad, y a ella se sujeta el ser humano victorioso cuando alcanza la cima. Y por efecto de la humildad su Victoria es de beneficio para los que lo rodean.

En el “fondo de la piscina” se conoce la naturaleza de todos los seres humanos, la de aquellos que solo comparten del vino de la celebración y la de aquellos que comparten un vaso de agua en el infortunio. Así, conociendo la naturaleza de los seres humanos, quien triunfa luego ya no se equivoca en el juicio que forma de los demás.

En el “fondo de la piscina” se conoce el Amor, porque éste abreva siempre en el Amor propio, y sólo el Amor propio permite pasar finalmente la prueba. Luego pocas cosas existen de mayor bendición sobre la tierra que la persona que conoce el Amor.

En el “fondo de la piscina” se descubren las artes del dominio propio y así se sujeta al enemigo mayor, ése que cada día acecha desde el espejo.

En el “fondo de la piscina” se conoce finalmente, y de cerca, el miedo. Allí se lo mira directamente a los ojos, muchas veces en soledad. Allí se lo mide, se lo toma por las astas y se lo somete. Luego nada puede detener al ser humano a quien las circunstancias han enseñado a controlar el miedo.

En el “fondo de la piscina” se disuelve el orgullo como lo hace un helado sometido a los rayos del sol, y el juicio fácil de los demás y el afán por la crítica ociosa. Luego la persona sale dueña de un equilibrio que le permite liderar a los demás.

En el “fondo de la piscina” se ciernen los sueños y las ilusiones. Allí quedan con el ser humano los más grandes y las más caras, todo lo demás acompaña a lo fútil hacia el drenaje. Luego la persona emerge con el pergamino de la Victoria mayor.

Todo esto forma el Carácter del ser humano, aquel que no solo merece la Victoria, más bien aquel que está destinado a encontrarla porque ha pagado el precio exacto que la distingue de todo triunfo frágil y efímero.

Porque finalmente nada existe más allá del “fondo de la piscina”, solo el camino hacia arriba, hacia el aire puro y fresco, hacia la claridad, hacia la meta, hacia la Victoria.

DATOS DEL AUTOR.-

Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.

Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”

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