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Mi perro fiel, una historia para reflexionar

Por Juan Carela

Hachikō fue un perro japonés de raza Akita, recordado por su lealtad hacia su amo, el profesor Eisaburō Ueno de la universidad de tokio, incluso varios años después de la muerte de éste.

El perro lo despedía todos los días en la puerta de su casa, cuando Ueno iba al trabajo, y al final del día volvía a la estación a recibirlo. Esta rutina, que pasó a formar parte de la vida de ambos, no fue inadvertida ni por las personas que transitaban por el lugar ni por los dueños de los comercios de los alrededores.

Este perro tan particular, continuaba haciendo esto, sin interrupciones hasta el 21 de mayo de 1925, cuando el profesor Ueno sufrió una hemorragia cerebral mientras daba sus clases en la Universidad de Tokio, y murió.

Esa tarde como de costumbre, Hachi corrió a la estación a esperar la llegada del tren de su amo, pero su amo nunca volvió. Cada día Hachi llegaba a la estación a la misma hora y se sentaba a esperarlo y se quedaba mirando la puerta de la estación, salían y entraban muchas personas pero su amo nunca salió. Él lo esperó durante 9 largos años de su vida. Conforme transcurría el tiempo, Hachi comenzó a llamar la atención de propios y extraños en la estación; mucha gente que solía acudir con frecuencia a la estación había sido testigo de cómo este perro acompañaba cada día al profesor Ueno antes de su muerte. Fueron estas mismas personas las que cuidaron y alimentaron a Hachi durante ese largo período de tiempo.

La devoción que sentía este perrito hacia su amo fallecido conmovió a los que lo rodeaban, quienes lo apodaron “El perro fiel”.

El 8 de marzo de 1935, Hachikō fue encontrado muerto frente a la estación de Shibuya, tras esperar infructuosamente a su amo durante nueve años.

¿Quién no vio esta película que estuvo basada en la vida real? A muchos nos sacó lágrimas al ver cómo este animalito esperaba a su amo.

De la misma forma te pregunto a ti, tú eres fiel con el Señor, ¿lo estás esperando?
Si éste animalito esperó por 9 largos años a su amo, ¿quiénes somos nosotros para no esperar a nuestro amo y Señor Jesucristo?
La comparación de esta historia, el amo de este animalito que nunca volvió, en nuestro caso Jesucristo prometió que volvería, y esa es nuestra esperanza, para ello debemos esperarlo en oración.

Es necesaria una vida plena de oración, el tiempo es corto, no sabemos cuándo volverá el Señor a recoger a su pueblo, ¿cómo nos encontrara?, ¿estaremos orando y velando?, ¿o tal vez durmiendo y con nuestra lámpara apagada?
Recuerda, velad y orad, y que tu lámpara se encuentre con aceite y encendida.

“Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo” Marcos 13:35 -36

Saludos,
Juan carela:
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