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Nuestro pasado nos enseña

Nuestro pasado esconde un sin numero de aprendizajes que no solemos ver y que diariamente dilapidamos sin darnos cuenta del daño que nos estamos ocasionando, ya que si reconociéramos la riqueza de nuestras experiencias, lo más probable es que podríamos tener nuevas visiones de mundo en las que podemos forjarnos un futuro mejor.

Los hechos no suceden porque sí, para que pudieran materializarse tuvieron que unirse un sin numero de circunstancias que les activaron y les hicieron poner en marcha. ¿Te has preguntado el por qué de vez en cuando tropezamos con las mismas piedras? Pues bien, una gran respuesta la podemos encontrar en nuestro pasado y en la apropiación de los acontecimientos que realizamos. En este punto tenemos dos opciones: una primera que se inclina a acabar con cada recuerdo como si no hubiésemos vivido nada y una segunda que intenta salirse de la situación y observarla para aprender de ello.

Debemos mirar atrás para aprender  de nuestras experiencias

No se trata de abrir más las heridas y volver a tomar el látigo de la flagelación. Si bien hemos dicho que olvidar es un acto que se nos torna casi imposible y que lo único que podemos hacer es dejar de recordar con frecuencia, hay algo que no podemos negar: nos quedamos recordando la acción que nos dañó, aquel huequito que se nos armó en el corazón y nos hizo llorar noche tras noche; pero no nos detenemos en ningún momento a colocarnos unas gafas distintas a las de nuestro sufrimiento para reconocer lo que la vida quiere mostrarnos.

No podemos quedarnos con simples anécdotas que nos desangran el alma cada vez que les evocamos. Debemos ir más allá y al mejor estilo de l@s investigador@s empezar a examinar y asociar datos de lo nuevo y de lo viejo, de lo pasado y lo presente para lograr trascender las cortinas del simplismo que nos hace quedar con lo evidente. Es como si estuviésemos borrando archivos de nuestra computadora: se van a la papelera de reciclaje y ahí se quedan hasta que demos la orden de borrar permanentemente. Cuando tenemos un recuerdo mal sano almacenado en nuestra alma, lo enviamos a la papelera, pero allí se queda ya que no nos damos a la tarea de rescatar lo que nos puede ayudar de lo que ya hemos intentado dejar atrás.

Hay que darle importancia a cada paso que demos

Debemos dejar de lado esa tendencia masoquista que hace que le pongamos mayor énfasis a nuestras equivocaciones y no a nuestras posibles fortalezas; tenemos la responsabilidad de no dejarnos ahogar por los miedos y la inseguridad para seguirnos humillando ante lo que alguna vez nos lastimó. No le sigamos buscando explicaciones a lo que ha acontecido en nuestras vidas, la explicación está en que necesitábamos un aprendizaje y el cielo nos lo ha enviado.

Recuerda que las cosas más importantes de la vida no se explican, se sienten…

Con todo mi corazón…

© Lluvia

Foto Créditos: Foto 1, Foto 2

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