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Con potencial para transformar el mundo

Una mirada a la apasionante industria del capital de riesgo en Estados Unidos y algunos de sus más audaces emprendedores.

Jeffrey Bussgang es un hombre afortunado. Su padre, un sobreviviente del Holocausto, llegó a Estados Unidos en 1949 y, aunque sin un peso, más tarde obtuvo un PhD en MIT y logró crear una exitosa empresa. De esta historia, Bussgang heredó la pasión por emprender. Es afortunado porque, como pocos, ha logrado vivir y entender dos mundos que, a pesar de permanecer unidos, son muy distintos: el emprendimiento y el capital de riesgo. Luego de realizar un MBA en Harvard, Jeffrey Bussgang atendió el llamado de sus instintos. «Para mí el emprendimiento es como una rasquiña, si la tienes no te queda otra que rascarte», argumenta. En su primera experiencia, Bussgang se vinculó a Open Market un emprendimiento en internet, con tal suerte que un año después, en 1996, se hizo pública con un valor estimado de capitalización de US$1.000 millones. «A los 26 años, en papel, ya era millonario», recuerda.

En 2009, la industria china de capital de riesgo manejó recursos por US$4.000 millones y la india US$1.000 millones, todavía muy lejos del promedio norteamericano, superior a US$25.000 millones anuales.

Pero la rasquiña del emprendimiento no se quita fácilmente. En 2000, Bussgang intentó nuevamente y, junto al emprendedor Michael Bronner, creó la compañía Upromise, dedicada al negocio del ahorro para educación futura, que en 2006 fue adquirida por Sallie Mae. Fue cuando su rumbo dio un giro inesperado. «Me dejé llevar por el lado oscuro», recuerda con ironía Bussgang. Por invitación de sus amigos, Chip Hazard y Michael Greeley, fundaron juntos la firma de capital de riesgo Flybridge Capital Partners, que actualmente maneja recursos por US$560 millones. Gracias a los años en que ha sido emprendedor y, ahora, como inversionista exitoso de capital de riesgo, Bussgang ha logrado una visión privilegiada de una industria llena de mitos. Precisamente para apoyar a otros emprendedores, Jeffrey Bussgang quiso contar hasta el más mínimo detalle de cómo opera realmente el capital de riesgo desde adentro. Una oportunidad única. El resultado es su reciente libro Mastering the VC Game, publicado en abril de 2010.

Existe una razón muy simple para que este autor quiera enseñarles a los emprendedores la industria del capital de riesgo: «juntos pueden transformar el mundo para bien». Desde la primera compañía que se fundó en el esquema emprendedor-capital de riesgo, Digital Equipment Corporation (DEC), hace 40 años, esta industria ha invertido más de US$441.000 millones en cerca de 57.000 empresas en Estados Unidos. Tan solo por mencionar algunas: Microsoft, Google, Starbucks, Compaq, Cisco, Amazon, Yahoo!, Apple, eBay, Facebook y YouTube.

Se estima que más del 12% de la fuerza laboral norteamericana trabaja en compañías financiadas por capital de riesgo, que en conjunto pueden representar ingresos por US$2’900.000 millones (cerca del 20% de la producción industrial en ese país). «De hecho, el esquema del emprendimiento soportado en capital de riesgo se ha convertido en una de nuestras mayores exportaciones», argumenta Bussgang. En 2009, la industria china de capital de riesgo manejó recursos por US$4.000 millones y la india US$1.000 millones, todavía muy lejos del promedio norteamericano, superior a US$25.000 millones anuales.

Para Bussgang resulta curioso que a pesar de su impacto muchos jóvenes no se interesen por el capital de riesgo. «Ni siquiera les son familiares nombres emblemáticos como John Doerr, de la firma Kleiner Perkins, famoso por financiar proyectos como Google, Amazon y Apple. «La gente nace queriendo ser emprendedora, pero nadie inversionista de capital de riesgo», escribe. Sin embargo, un argumento central de su libro es que las firmas de capital de riesgo buscan un tipo muy particular y escaso de emprendimiento. «La verdad es que de las 600.000 empresas que se fundan cada año en Estados Unidos, solo una proporción bajísima es soportada por capital de riesgo», explica el autor. Usualmente, estos emprendimientos nacen de una idea poderosa, están soportados por tecnologías de punta, requieren de grandes inversiones para arrancar y pueden tardar años en ver sus frutos. «Los mejores emprendedores quieren transformar su industria, y en ocasiones el mundo entero», describe el autor. Algunos de estos emprendedores son tan innovadores como la doctora Marsha Moses, quien desarrolló la tecnología para diagnosticar el cáncer con una muestra de orina o el proyecto Sirtris Pharmaceuticals, liderado por el doctor Christoph Westphal, nacido para crear una droga que permitiría al ser humano vivir entre 10 y 20 años más.

«El capital de riesgo es una industria pequeña y exclusiva», asegura Jeffrey Bussgang. Aunque en 2008 existían 882 firmas de capital de riesgo en Estados Unidos, según la National Venture Capital Association NVCA, para Bussgang solo un grupo selecto de compañías maneja los más grandes proyectos. Entre otras, Sequoia Capital, Kleiner Perkins, August Capital, Union Square Ventures, Polaris Venture Partners y DFJ. Además, geográficamente permanecen altamente concentradas.

El epicentro del capital de riesgo es Silicon Valley, seguido en importancia por Boston y Nueva York; juntos controlan más del 70% del capital en ese país. El 95% de los principales jugadores son hombres que suelen pertenecer a las mismas universidades: Harvard, MIT y Stanford. Esto se explica en parte porque de estas universidades se gradúan emprendedores como Mark Zuckerberg (Harvard) de Facebook o Sergey Brin y Larry Page (Stanford) de Google.

Para Bussgang, el modelo de negocio de una firma de capital de riesgo es relativamente sencillo. Una vez constituyen un fondo (con ingresos provenientes de familias ricas, universidades, fondos de empleados, etc.) ellos ganan una comisión anual por su manejo. Por ejemplo, por US$100 millones una firma de capital de riesgo, que usualmente opera con tres o cuatro patrocinadores, recibe US$2 millones o US$ 3 millones anuales por identificar emprendedores. Ahora un fondo suele participar entre un 20% y 40% en los proyectos en que invierte y un partner hace parte de su junta directiva. En unos años esperan que, si el proyecto es exitoso, se haya multiplicado el dinero del fondo más de diez veces y la firma de capital de riesgo participe con un porcentaje de estas ganancias (entre un 20% y 25%). Sin embargo, ellos le apuestan a que en algún momento el emprendimiento se venda a otra compañía o se haga pública, donde encuentran los retornos más importantes.

«La rasquiña del emprendimiento permanece constante aún en los momentos más difíciles», asegura Jeffrey Bussgang. Lo que más le sorprende en su trabajo con emprendedores es que incluso en crisis económicas ellos no pararon de pensar cómo transformar el mundo, tecnologías limpias, software, biotecnología… A pesar de las cifras astronómicas, Bussgang sostiene que la principal motivación de estos emprendedores no es el dinero.

El joven Jack Dorsey vivía obsesionado por entender la dinámica de las ciudades. Cuando se desarrolló la tecnología del mensaje instantáneo creó Twitter, que simplemente representa el placer de su vida. El esquema de emprendimiento soportado por capital de riesgo ha demostrado imprimir una velocidad distinta al desarrollo.

fuente/Revista Dinero 06/28/2010

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