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El dominio del tiempo

Una de las claves para comprender la administración del tiempo. O usted dirige el día o el día le dirigirá a usted. Realmente sólo es cuestión de estar alerta, de preocuparse. Es muy fácil abandonar el mando, soltar las, riendas de la autoridad y perder la capacidad de controlar su tiempo.

Una de las mejores formas de recuperar el control sobre su tiempo es aprender a pronunciar la palabra más adecuada en estos casos. ¿Sabe cuál es? «No». Aprenda a decir «no».

Yo también tengo dificultades para pronunciarla. Es muy fácil decir si a todo, ser un hombre «bueno». El resultado de decir sí es que nos pasamos largas horas intentando salir de compromisos que nunca debiéramos haber aceptado. Es una de las causas de que perdamos tanto tiempo. Finalmente, aprendí a decir «no» de una manera agradable.

¿Cómo? Lo que hago es decir:

«No, creo que no puedo. Pero si hay algún cambio, ya te llamaré». ¿No es mucho mejor llamar a una persona para darle la buena noticia de que puedes hacerlo? ¡Inténtelo! ¡Da resultado! A un amigo mío, Ron Reynolds, le gusta mucho decir: «No dejes que tu lengua sobrecargue tus espaldas.»

Otra forma de recuperar el control del tiempo consiste en lo siguiente: Cuando le toque trabajar, trabaje; cuando quiera divertirse, diviértase. Mezclar ambas cosas no suele dar resultado. Lo único que conseguirá es engañarse a sí mismo con las dos. Si trabaja, y quiere divertirse al mismo tiempo, no disfrutará del placer que proporciona un trabajo bien hecho, ni de la relajación total que brinda la diversión pura.

Yo lo sé bien. Pensando para mí me decía: «Tengo que llevar a mi familia a la playa. Les he prometido que iremos. ¿Qué pensarán de mí, si no les llevara?» De manera que mientras los llevaba me pasaba todo el rato murmurando: «Ahora debería estar en la oficina. ¿Por qué he venido a la playa? ¡Tengo tanto que hacer todavía! ¿Cómo me las arreglaría para sacarlos de aquí y volver al trabajo cuanto antes?» Y el resultado era que aquel momento, que podía ser estupendo, terminaba amargado por mi manía de pensar en el trabajo, cuando debía divertiré.

A veces hacía lo contrario. Me decía a mí mismo: «Hoy voy a salir de la oficina a las tres de la tarde a pasear con la moto por carreteras secundarias.» ¿Adivinan en qué me pasaba pensando las horas que faltaban hasta las tres? ¡Pues sí! En pasear con la moto por la carretera.

Ahora, cuando voy en una gira de conferencias por España, África, o Australia, me lo tomo como un viaje de trabajo. Todos los días están repletos de conferencias, entrevistas y charlas. Pero una vez cumplidas mis obligaciones, dedico el tiempo restante a divertirme, a explorar, a disfrutar. Aprendí una valiosa lección.

Un amigo mío, próspero constructor, se ha preparado un programa de trabajo, de manera que trabaja una semana y descansa otra. El le llama el plan de «trabajar una semana, descansar una semana». En realidad, y si contamos los fines de semana, trabaja cinco días y descansa nueve. Auténtico sibaritismo, ¿no? Sin embargo, déjenme que les diga una cosa: Durante esos cinco días, trabaja a tope; trabaja en cuerpo y alma. Es increíble el remolino de actividad que crea a su alrededor. Levanta una auténtica polvareda mientras trata hora tras hora con arquitectos, contables, secretarios y capataces. Durante esos cinco días derrocha esfuerzo. Trabaja sin parar. Después se olvida de todo y se marcha a disfrutar con su familia. Asombroso, ¿no es cierto?

De Jim Rohn

Fuente: EscuelaParaRicos.net

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