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Éxito se escribe con «e» minúscula

El Éxito no es un “fenómeno grandioso” que aparece intempestivamente en la vida de las personas, no es un hecho que responda a la casualidad y muy pocas veces puede comprenderse como fruto del azar.

El Éxito es producto de mucho esfuerzo y de grandes sacrificios, incontables decisiones difíciles, pérdidas, concesiones, mucho trabajo y muchas lágrimas. Nada le cuesta más al ser humano, en su corto periplo sobre esta tierra, que alcanzar el Éxito, porque en él está resumido el significado, el logro, la victoria, el propósito, el ser y el hacer de todo.

En términos de básica racionalidad pocas personas pueden afirmar que no persiguen el Éxito, ello no condice con la naturaleza humana. Es posible que no exista capacidad ni criterio homogéneo para determinar lo que el Éxito es o representa para cada quién, pero éste se busca, desde la cándida transparencia de la dimensión consciente o desde el sutil poder que emana del inconsciente. La búsqueda del Éxito es un grito del Espíritu del ser humano. Su corta vida en el planeta se puede resumir, no exento de drama, en una bitácora de esfuerzos por alcanzarlo, porque el ser humano nace destinado a esta tarea, vive tratando de cumplirla y muere comprometido en el esfuerzo.

Ahora bien, clasificar el Éxito más allá de su esencial sentido de victoria o de propósito cumplido, ya involucra otra cosa. Es muy difícil que alguien pueda atribuirse su entendimiento más allá de las íntimas y estrechas fronteras personales en donde éste se mide. Tristemente, se ha convertido hoy en una premisa “socialmente aceptable” vincular ciertos logros o “estados particulares” de las personas al Éxito, hay una especie de “juez social” que proporciona modelos y ejemplos de lo que el Éxito es y se atreve incluso a establecer asociaciones específicas entre Él y determinadas personas.

Este ejercicio puede llamarse de cualquier manera pero no constituye una explicación del Éxito. No hay forma alguna en que éste pueda ser juzgado por terceros, el criterio que define el Éxito es algo absolutamente íntimo, completamente personal. La vara que mide el Éxito de una persona es de su exclusiva propiedad, y así también es la vara más corta que existe, la menos piadosa. Nadie escapa a ésta medida, pero nadie tiene tampoco el derecho a emitir juicio sobre ella.

¿Cuántas personas que han sido “socialmente” reconocidas por su Éxito han concluido sus días sintiéndose completamente desgraciadas?, y por otra parte, ¿Cuánta gente inscrita en el más profundo anonimato descansa en la quietud y en el calor de la victoria?

Y es que Éxito se escribe en realidad con “e” minúscula. Si existe la gran victoria, el triunfo final o el Éxito grandioso, éste no es nada más que una suma delicada de éxitos con “e” minúscula: logros pequeños, concretas victorias.

Ahora bien, ¿Por qué la medida del éxito se inscribe en una escala pequeña? Aquí existe una respuesta sencilla pero que oculta una realidad impiadosa y trascendental: la victoria o el logro que califica el éxito, es producto del triunfo del ser humano sobre sí mismo.

No existe batalla más difícil que aquella que el ser humano libra consigo mismo. No existe emprendimiento más importante o esfuerzo que pague mejor.

Cuando el ser humano vence sus limitaciones, sus temores, sus impedimentos, sus frustraciones, cumple en medida exacta con el parámetro más exigente que tiene el éxito, pero dada la magnitud que tienen estos adversarios, las victorias no se resumen en grandes titulares, se miden en logros pequeños.

La persona que acumula pequeños triunfos sobre sí misma, los protege y consolida, se dirige con firmeza a la Victoria.

Esta lucha dura toda la vida y nadie queda eximido del proceso. Para la persona que busca el Éxito la pausa no existe porque ella es, en realidad, el combustible del fracaso.

Por algún motivo que le está vedado conocer al ser humano, el Fracaso echa raíces dentro de él mismo. El Fracaso no se encuentra entre los factores externos, tampoco es, por supuesto, producto del azar, del destino o de la fatalidad. ¡Bueno fuera que sea así!, porque el ser humano ha demostrado admirable capacidad para vencer los elementos, superar catástrofes y modelar su destino sobre la tierra, sin embargo es una criatura muy pequeña e indefensa cuando debe enfrentarse a sí mismo, muy vulnerable e incapaz.

En gran medida esto es así porque las personas se colocan en posición débil y desventajosa al observar y medir los desafíos en su entera magnitud. El ser humano se equivoca al comparar la medida de su Éxito con el tamaño de la Adversidad que enfrenta, porque así aquel parece lejano e inalcanzable.

El estudiante universitario que no consigue rendir en sus materias como debiera, pocas veces se pone a pensar que el Éxito se encuentra, probablemente, en la capacidad que tenga de levantarse una hora más temprano cada día.

El empleado de oficina que no recibe una promoción laboral, probablemente jamás piensa que el Éxito lo espera tras una disposición diferente para marchar al trabajo todos los días: sin pesar, con ganas de hacerlo una vez más.

El Éxito de quien ya no desea fumar comienza por dejar de hacerlo la mitad de un día, luego un día completo y después dos. Un determinado momento ése éxito con “e” minúscula se ha convertido en un Éxito grandioso (porque así debe considerarlo quien venció).

El Éxito que desea el padre probablemente se encuentre en la necesidad de vencer al Tiempo y disponer del necesario para recoger al niño del colegio.

En la turbulencia que califica nuestra vida actual no serán pocos los que digan que pequeños remedios no sanan grandes males, pero aquí radica un error fundamental, porque en tanto el Éxito no se entienda como “un pequeño y trascendental detalle”, quedará fuera de la capacidad del ser humano por alcanzarlo.

El Éxito es, en realidad, un pequeño detalle. ¡Pero a no olvidar que de Detalles están hechas las cosas importantes!

Una vez que se ha conquistado un pequeño éxito, es necesario aferrarse firmemente a la victoria y luego proseguir la marcha en pos de uno nuevo. Cuando éste proceso no se detiene el ser humano alcanza progresivamente cumbres mayores.

No existe energía más grande para el alma que la sensación de triunfo y el sabor de la victoria. Nada hay más estimulante que esto. Cuando el ser humano conoce la victoria no se detiene en su afán de replicarla.

De igual forma, cuando la victoria es elusiva porque enorme es la lucha para alcanzarla, dura es la carga para el alma.

Aprovecha mucho pensar y entender la profunda lógica de lo siguiente: ¿Acaso existe algún objetivo, por muy ambicioso que sea, que no esté formado por muchos elementos? ¿Trabajando sobre éstos elementos no se alcanza también el todo? ¿Entre más grande el todo no resulta más conveniente atacar los componentes?

Pues bien, ¿Por qué entonces negarse la posibilidad de atacar los problemas en sus pequeños pero vitales componentes? Uno por uno, firmemente. Consolidando un éxito tras el otro.

Y si son muchos problemas, entonces atacarlos también UNO por UNO, superándolos consecutivamente.

Haciéndolo así en algún momento la estructura central del problema cede.

Nunca ha sido tan bien expuesta la fabulosa paciencia oriental como en el viejo adagio de que todo viaje de mil leguas comienza con el primer paso. ¿Cómo puede negarse esta lógica? ¿Cómo se la puede desconocer? Ése primer paso es una primera victoria, es el primer éxito, uno que debe escribirse con “e” minúscula, pero uno sin el cual nada más existe.

La naturaleza humana ha demostrado en incontables ocasiones la grandiosidad de la madera con la que está hecha. El ser humano no necesariamente se siente débil criatura ante la inmensidad del universo que lo aloja, no son pocas las veces en que lo ha desafiado y le ha doblado el brazo. En realidad es débil cuando se enfrenta a sí mismo. Subestima el poder destructor que tiene en su interior, se porta soberbio al desconocer que el problema está en él. Por eso el Éxito lo elude.

Es vital hacer algo diferente. Iniciar ésa pequeña marcha tras los éxitos con “e” minúscula que esperan.

Por otra parte ¿Qué se puede perder?, pues si no se hace algo diferente, sólo se recibirá más de lo mismo de siempre.

DATOS DEL AUTOR.-

Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.

Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”

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