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Hablando un poco sobre la actualidad de la prensa offline

El nacimiento de las nuevas tecnologías produjo un drástico cambio en la forma de llevar las noticias a los ojos del público. Los más reputados diarios del mundo vieron como surgían competidores por montones en un escenario al que necesariamente debían trasladarse; por lo que muchos se atrevieron a hablar con certeza de la desaparición de los periódicos; que, y usted es testigo de esto amable lector, a la fecha de hoy permanecen muy vigentes.

Si bien en muchos lugares del mundo varias casas de impresión han cerrado, esto no obedece tanto al motivo en mención como a fenómenos aislados (conflictos civiles, caso Venezuela; alto número de competidores con las mismas características, entre otros); lo que nos lleva a pensar que a la prensa en papel le mantiene viva aquella ventaja competitiva que poseerá siempre frente a la digital y es el simple hecho de que se vende impresa.

Esto resultará confuso para muchos; por lo que haré énfasis en lo mencionado, basándolo en la neurociencia y llevando al lector a recordar que al cerebro le estimula de mejor forma, a la hora de realizar ese proceso que es la lectura, el olor a tinta, el sonido de las hojas corriendo y demás elementos que sólo producen los escritos impresos.

Además cabe resaltar que la mayor parte de los consumidores de prensa son las personas muy adultas y estos en su mayoría se encuentran aislados de la tecnología.

Un informe realizado recientemente en España por la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC); demuestra que la prensa escrita se mantiene; siendo algunas de las cifras arrojadas por el estudio las siguientes:

  • El 82% de los encuestados leyó un periódico el mes en que se practicó la encuesta.
  • El 58.3% utiliza ambos medios de difusión de noticias.
  • Un 44% de los encuestados había leído un diario impreso durante las 24 horas anteriores a la realización del cuestionario.

Es debido a esto que se considera que la desaparición de los diarios impresos está lejos, pues ni siquiera el ímpetu con el que la tecnología da vuelta a las cosas; puede borrar a aquello que se alza bajo la etiqueta de “tradicional”.

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