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La gente toma un empleo… y desaparece del mercado

En esto parece existir algo similar a lo que plantea el matrimonio: fidelidad y exclusividad de relacionamiento entre las partes mientras dura “oficialmente” el compromiso. Es casi igual, porque la gente que toma un empleo, desaparece del mercado laboral por buen tiempo. Casi el mismo que lo vincula con su empleador. Estas personas anulan o colocan “en suspensión” sus perfiles públicos, no se los puede ver ni ubicar con facilidad. Desactivan su “modo oferta”.

Quien toma un empleo y desaparece es igual que un Negocio que cierra las puertas después de hacer una transacción.-

Ahora bien, la actitud no es buena desde ningún punto de vista. Todo profesional es en los hechos un Negocio en sí mismo. Ésta es la forma correcta de entender la oferta (y el cobro) de los servicios profesionales. Las personas ponen a disposición de un “cliente” (el empleador en este caso), los servicios que ofrecen. Y éste los retribuye con un monto específico de dinero (el salario). Una transacción de negocios, ni más ni menos.

Si después de haber convenido el intercambio, el profesional “cierra el Negocio” por tiempo indefinido, es como una tienda que baja las cortinas después de hacer una venta. ¿Parece lógico?

Para que un comercio deje de operar luego de haber realizado una transacción, ésta tendría que ser absolutamente extraordinaria (algo posible, pero improbable). Debería compensar holgadamente todas las operaciones que se dejan de hacer durante el tiempo definido. Tendría que ser “LA” transacción del año, del quinquenio, de la década. No se diga si se deja de operar veinte o veinticinco años.

Es ridículo. Aun tomando en cuenta que aquí se está forzando un poco la lógica, porque las matemáticas pueden alcanzar para hacer indiferente el retorno de una tienda por una sola transacción en relación a muchas. Pero conceptualmente, el asunto es absurdo. ¿Para que abrir y operar un Negocio si se lo “cierra por X tiempo” para honrar el valor de una sola transacción?

Pues bien, eso es exactamente lo que hace la gente que toma un empleo y desaparece del mercado laboral. Entrega sus servicios “en exclusividad” a un cliente y cierra el Negocio.

Se supone que lo hace por una retribución “excepcional”, pero eso tampoco se cumple, porque el empleado termina pagando siempre todos los “beneficios” que recibe.

En realidad, esta lógica del que toma un empleo y desaparece, responde a las particularidades del sistema del empleo y sus convencionalismos. Nada más.

Cuando la relación laboral concluye, el profesional está como una pieza de hierro oxidado que intenta encontrar cabida en otro lugar. Y no le resulta fácil, porque se ha distanciado demasiado de los protagonistas y la dinámica del mercado.

Al empleador, por otra parte, no le sucede lo mismo.-

Él tiene a disposición el “último modelo” de profesional siempre. Cambia el juego y sus actores con la frecuencia que encuentra pertinente. Y no es que estas referencias pretendan faltarle el respeto a nadie, o juzgar la actitud de los empleadores. Es solo una representación genuina de la realidad. ¡Así funciona el sistema del empleo!

Los “culpables” de esto no son los empleadores ni las autoridades que regulan el mercado laboral. El único responsable es el mismo profesional. Porque éste es quien toma un empleo y desaparece.

Posiblemente la prueba más gráfica son los perfiles de LinkedIn. Tienen mucha dinámica en tanto se está “buscando un empleo” y quedan completamente abandonados luego que se lo encuentra.

Como el empleo convencional es una transacción de tiempo por dinero, es posible que las personas ya no tengan mucho del primero una vez que han sido empleados, y por lo tanto “no puedan mantener su actividad en la red”. Pero lo más probable es que la propia persona ya no considere necesario o útil hacer esos esfuerzos.

¡Fíjense bien! Hay algo dramático en esta última afirmación: “personas que no ven necesario ni útil invertir tiempo en la exposición de sus virtudes profesionales”. Simplemente porque “poseen” un empleo. Y que sirvan las comillas, porque nadie “posee” nunca un empleo, dado que no hay vínculo de propiedad, el empleado es solo un inquilino por el tiempo que el dueño de la plaza lo disponga.

De lo único que el profesional es dueño es de su Capacidad de Producción, pero justamente ésta es la que cierra cuando consigue un empleo.

Las cosas tendrían que ser diferentes. No debería existir nunca el caso de alguien que toma un empleo y desaparece, especialmente si es por efecto de convencionalismos sociales.

Todo profesional tiene que estar activo en el mercado laboral siempre. En todo momento. No hay nada que se parezca a una “muerte técnica” porque se esté prestando servicios con un empleador en particular. Tampoco hay, por supuesto, la posibilidad que ése empleador haga una oferta tan importante en el salario que cubra el “costo de oportunidad profesional”. ¿Por qué debería hacerlo?

Mantenerse activo (y vigente) en el mercado laboral, no puede tomarse como afrenta a la confianza depositada por un empleador, y mucho menos como alguna forma de infidelidad o “abuso de confianza”.

¡No existen contratos de exclusividad! Las relaciones entre personas distan mucho de ser transacciones de bienes con intercambio patrimonial. Nadie puede ser el dueño de nadie. Por lo tanto, el profesional tiene la posibilidad, el derecho y también la obligación de mantenerse vigente y activo en el mercado laboral.

Ahora bien, profesionales los hay de todo tipo y valor, por lo tanto no faltarán los que nada entiendan de lo que aquí se dice. Y mantendrán inalterable su política de “hipotecarse” con el empleador por todo el tiempo que tengan la “fortuna” de estar empleados.

Pero el profesional de valor, no. Él no se sujeta a ésta lógica. No resume su valía en los números del cheque de fin de mes, por muy grandes que parezcan. Porque el empleo tiene una Regla de Oro que siempre se cumple: lo único seguro de un empleo es que un día terminará. Y esa regla castiga con mayor rigor a dos tipos de empleados: a los que más ganan y a los que más tiempo han permanecido empleados.

El aporte del COVID – 19 para terminar con la lógica de quién toma un empleo y desaparece.-

Afortunadamente, parece que el sistema vigente del empleo se acerca a su fin. Y con él esta práctica del que toma un empleo y desaparece. El COVID-19 no solo ha confirmado las virtudes del trabajo remoto, también lo ha expandido en un periodo muy breve de tiempo.

Las relaciones de trabajo remoto (en todas las actividades que se prestan buenamente a ello), optimizan el intercambio de valores entre empresa y profesional. Forman un mundo de negocios y “freelancers”, no de empresas y empleados. Hay diferencias importantes en esto. No es lo mismo negocio que empresa y tampoco “freelancer” que empleado.

“Freelancer” es un anglicismo que precisamente hace alusión a la libertad que tiene la persona en sus relaciones de trabajo. Puesto que en éstas se venden objetivos y resultados, no tiempo ni presencia física. El “freelancer” no desaparece del mercado laboral una vez que toma un encargo, por el contrario, sostiene la oferta de sus servicios hasta donde le es posible ser eficiente con varios clientes.

Y el empleador, por otra parte, no puede darse con el “freelancer” algunas libertades que se toma con el empleado convencional. Puesto que si no pacta, honra y cuida la relación, ella no le dará los resultados que busca.

Relaciones de trabajo limpias y transparentes, eso prometen los cambios.-

Situaciones, por otra parte, completamente lógicas y naturales. Puesto que así como un Negocio se apertura y sostiene para el beneficio de los clientes, así un profesional lo hace con quien contrata su trabajo.

Ya no más gente que toma un empleo y desaparece, más bien profesionales siempre activos y aportando donde se reconozca y aprecie su valor.

Los condicionamientos del empleo en hábitos, costumbres, rutinas y en la psicología personal, están vigentes hace más de 250 años. No desaparecerán con rapidez, pero deberán hacerlo más temprano que tarde. Los cambios estructurales ya están dados. Muchos se están gestando hace tiempo, pero se han consolidado y acelerado como efecto de la pandemia de éste 2020.

Por otra parte, para el profesional de valor algunas cosas son atemporales, no dependen de las circunstancias. Entre ellas el sentido de su propia valía. Esta no se sujeta al arbitrio de los demás, y por lo tanto nunca cumple el absurdo de quien toma un empleo y desaparece.

El profesional de valor cotiza en el mercado siempre, sin pausa. Solo se debe a sí mismo, porque al hacerlo así, garantiza el mejor servicio a los demás.

DATOS DEL AUTOR.-

Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.

Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”

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