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SEO de empresas

La respuesta, aunque parezca que no, se encuentra en el sentido común. Debemos pensar dónde debemos estar, qué debemos decir y a quien se lo debemos decir. En la actualidad, al pedir un presupuesto a cualquier empresa sobre cómo comenzar a implementar una estrategía en la red nos encontramos con el síndrome de “todo un poco”. Es decir, por poder, cualquiera nos diría que estemos en todas partes (en redes sociales, también, claro). Que tengamos un blog. Un twitter. Un Facebook. Y, últimamente, un Google+.

Es la hora de las pequeñas empresas. Es el momento de hacer que nuestra empresa, nuestro sueño, esté en internet. Pero, como bien hemos señalado en alguna ocasión, ¿Cómo podemos estar en un lugar tan inmenso, tan incontrolable, en el que ni las leyes del posicionamiento SEO nos ayudan a encontrar una estrategia que nos garantice la visibilidad? ¿Pero cómo logramos ese objetivo tan pretendido por mucho a la vez en Internet?

Que no nos falte de nada. La pena, en realidad, es que estar en todos los lados (o intentar diversificar hasta la náusea) lo único que hace es que obviemos una máxima de internet: los grupos se focalizan y concretan en lugares específicos. Aquí, en internet, puedes encontrar a tus clientes y, si lo haces, sabrás que herramientas debes usar. En el caso de una empresa pequeña debe saber que clase de relación mantiene con sus clientes físicos. Debe saber si les va a vender un producto sin más, siendo un proveedor básico o si se va a implicar, si quiere conocer la opinión de sus clientes y charlar con ellos.

Y arriesgarse a la crítica. Y disfrutar con la alabanza. Por eso, quizá no necesitemos tener un blog corporativo para ganar en posicionamiento SEO pero sí un twitter: quizá prefiramos poner pequeños pensamientos y noticias que nos encontramos sobre nuestro sector y comentarlas con nuestros clientes. O quizá sí, quizá necesitemos dar información constante como forma de promocionar en un primer lugar nuestro negocio o nuestra tienda online. Y quizá Facebook no nos sirva de nada y nos merezca más la pena estar en Instagram o Flickr. O YouTube.

Pero, siempre, con sentido común. Con paciencia. Y con una inestimable verdad: por mucho que comuniquemos, no valdrá de nada si lo que vendemos, nuestro producto final, no tiene ninguna calidad. La comunicación social sólo tiene sentido y lo social parte de la verdad. Si no, se cae. Por su propio peso.

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