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Yo Renuncio

El Sistema laboral que define actualmente la mayor parte de las relaciones de trabajo en todas las latitudes del planeta cambiará profundamente cuando se recupere el valor de la premisa YO RENUNCIO.

Hasta el momento, la “regulación” del mercado de trabajo está comandada por disposiciones formales del “supra sistema” (la autoridad llamada para el efecto) y por la discreción del empleador o quien realiza el encargo de las labores. El trabajador, el empleado, el profesional, es mayormente el agente pasivo de la ecuación. Por una parte las autoridades provistas de algún tipo de conocimiento “iluminado” establecen las reglas del juego, y por otra los empleadores aplican la premisa de sus intereses lógicos para determinar el carácter de las relaciones laborales. Al medio de ésta dinámica trabaja, adicionalmente, un nutrido ejército de profesionales especializados en Recursos Humanos que asumen el compromiso de investigar, analizar y proponer “optimizaciones” al Sistema, las mismas que están esencialmente dirigidas para ayuda al empleador.

El profesional observa el desenvolvimiento de todos estos eventos con una pasividad injustificada. Espera que la autoridad establezca reglas “justas”, que el empleador reconozca la importancia de los aportes y que el especialista ayude a mejorar las condiciones de la dinámica laboral. Un Sistema, a todas luces, fundamentado en el asistencialismo y el paternalismo.

Al Profesional le cuesta reconocer que en esencia el Poder para la determinar el carácter de las relaciones laborales se encuentra en sus manos. Que es él quien en última instancia puede establecer el cauce de las cosas. Que hacen falta sólo dos palabras para que este circuito se vuelva virtuoso: Yo Renuncio.

Si las reglas del juego establecidas para el mercado laboral no se ajustan básicamente a los intereses personales o profesionales: Yo Renuncio; si el empleador carece de la capacidad de reconocer el aporte que representa el trabajo: Yo Renuncio; si las políticas o el sistema en la administración de los Recursos Humanos no se ajusta a las expectativas: Yo Renuncio.

La Renuncia es la carta definitiva y determinante para condicionar el carácter de las relaciones en el trabajo y la forma que adopte el Sistema. Y es una carta que se encuentra en manos de todas las personas que trabajan. La Renuncia es también un indicador de la medida de Valor que cada profesional se asigna a sí mismo, no solo en términos de su capacidad técnica, sus conocimientos o la experiencia que posee, también de la estatura que tiene como persona, de la actitud que sostiene ante la vida y de la “madera” con la que está hecho.

El Profesional que conoce y reconoce el Valor que tiene, espera que éste sea igualmente considerado en el Mercado, y cuando ello no sucede por una u otra causa, Renuncia. No espera que alguien interponga buena voluntad o buenos oficios para que el reconocimiento se produzca “de todas maneras”, o que se efectivice por lo que disponga alguna norma. Es él, y solo él, quien custodia y efectúa la representación de su Valor.

La clave del asunto se encuentra precisamente en el Conocimiento y Reconocimiento que el Profesional debe tener de su Valía. En el Conocimiento se encuentra la construcción específica del Valor, puesto que éste debe desarrollarse a lo largo de la vida personal y profesional, y en el Reconocimiento se inscribe la necesaria Actitud para hacer prevalecer ése Valor ante las circunstancias y ante los demás.

Todos los seres humanos llegamos a este mundo con dones, destrezas y habilidades personalísimas e incomparables, pero ellas por sí solas no alcanzan Valor si finalmente no son cultivadas, desarrolladas y aplicadas. Al hombre le corresponde construir éste Valor alrededor de las cualidades que tiene por medio del conocimiento, la experiencia y todo camino que conduzca al aprendizaje profundo y sostenido. En cuanto ése conocimiento se distingue del que poseen los demás, aumenta el Valor Profesional, en cuanto ése conocimiento sea “el mejor del mundo” se perfecciona por completo. El Valor Profesional está sustentado en la Capacidad de Producción que tenga una persona, en la posibilidad de “hacer algo” que el resto de la gente reconozca como “valioso” y por lo que esté dispuesta a pagar un precio. Es la Capacidad de Producción la que acompaña al Profesional en la trayectoria económica que tiene en su vida, es aquello que “sabe hacer” lo que constituye su soporte y sustento de vida. Para ganarse “el pan de cada día” el Profesional no depende de un Empleo, de un Contrato de Trabajo o incluso de su propio Negocio, en realidad depende de su Capacidad de Producción y el Valor que ésta constituye. Algún momento el Empleo no existe, el Contrato de Trabajo concluye o el Negocio fracasa, pero ello no afecta indefinidamente sus intereses económicos dado que su Capacidad de Producción permanece con él, intacta.

No se trata, por lo tanto, solo de extremar esfuerzos por conseguir o mantener un buen empleo, un gran Contrato o un Negocio, se trata de hacer todos los esfuerzos posibles para construir y mantener una Capacidad de Producción incomparable en el Mercado, dado que mientras ésta exista todo lo demás queda garantizado. La Capacidad de Producción es un Activo de las personas, en tanto que el empleo, el contrato o el negocio son solamente medios.

Cuando los Profesionales no tienen una Capacidad de Producción distinguida, su Valor es menor en el Mercado, al punto que puede quedar determinado por los demás y dejar de ser, por ello, un atributo personal. Esto es particularmente agudo en el caso del Empleo. Cuando el Profesional resigna la medida de su Valor, es el empleador quien lo toma y lo precia a su estricta discreción. Si esto se sostiene en el tiempo porque el Profesional no interpone un Yo Renuncio, entonces ése Valor, asignado por otros, concluye por ser el Valor real y final.

Si se efectúa un análisis paciente y detallado quedará demostrado que lo anterior es moneda corriente en el Sistema laboral en todas partes del mundo: profesionales cuyo Valor queda asignado por otros.

Son muchas las causas para esto:

  1. La concepción del Valor Profesional no es un tema que reciba un trato enfático por parte de las personas. La idea de la Capacidad de Producción personal queda implícita pero no expuesta para el necesario protagonismo.
  2. La construcción del Valor Profesional se fundamenta en parámetros ortodoxos de educación, la mayoría de ellos heredados de la costumbre y la tradición: familias que fomentan casi de manera automática la titulación de abogados, médicos, ingenieros y licenciados, haciendo abstracción de talentos, dones y disposiciones personales.
  3. El culto al Empleo como la forma fundamental de generación de sustento, postergando el universo de opciones que tiene el Profesional de Valor para llegar al mismo objetivo.
  4. La concepción “nefasta” (aquí aplica el término), de que la Vida es un “valle de penas” que es menester atravesar “lo mejor que se pueda”. Que todo logro se resume en la cantidad de “sangre, sudor y lágrimas” que se aplique en la tarea, el desconocimiento del contento, de la satisfacción, la alegría y la felicidad a la que todo hombre tiene derecho. Cita el gran John Lennon que en su colegio le preguntaron cuando era pequeño que quería ser de grande, y el respondió “quiero ser feliz”, el profesor le dijo entonces que probablemente el no entendía la pregunta y Lennon le respondió que posiblemente era él quien no entendía la Vida.
  5. El culto al Trabajo esforzado, sacrificado, intenso y desgastante. Existe la idea que mejor trabaja quién más esfuerzo hace, quién sacrifica horas, quien deja el alma en la tarea. Y esto es un desconocimiento absurdo de lo que significa la Productividad y un osado revés a la forma en la que debe construirse la Capacidad de Producción. El Sistema desconoce metódicamente que el mejor trabajo es aquel que obtiene los mejores resultados con la inversión del menor esfuerzo.
  6. Ignorar los dones y aptitudes naturales con las que cada persona llega a este mundo y sobre las cuales debería, en todo caso, construir su Capacidad de Producción y Valor Profesional. No existe base más sólida para desarrollar conocimientos distinguidos que contribuyan en calidad, aporten al básico contentamiento y a la persecución de la felicidad. No existirá nunca mejor trabajo que aquél que se haga con gusto y alegría.

Por otra parte, el Profesional no puede limitarse a Conocer la forma de construir su Valía, es necesario que simultáneamente RECONOZCA que la tiene y así la aplique y la cotice en el medio. Este es ya un tema de ACTITUD. De nada sirve que efectivamente el Valor exista si alrededor de éste no gravita el comportamiento personal en el Mercado y en la Vida.

El Profesional de Valor “impone” condiciones para que se reconozcan sus aportes en la intensidad y medida exacta en que lo hace con la calidad de sus tareas. Si el Valor de su aporte no es reconocido (o no puede serlo) aplica el Yo Renuncio, sin que en ello medie una pizca de soberbia o irresponsabilidad, simplemente como una consecuencia lógica del “precio” que tienen las cosas. Y por supuesto sin ningún temor, porque la garantía del sustento radica en su Capacidad de Producción. Esta es la Actitud que debe acompañar al conocimiento, porque en caso contrario concluye por convertirse en simple erudición.

El Profesional de Valor tampoco precisa de “representantes”, tengan estos la forma de disposiciones formales que emergen de la autoridad,  inquietudes para optimizar relaciones laborales de parte de especialistas en Recursos Humanos o Sindicatos. El Profesional de Valor tiene en sus manos el recurso primero, último y de mayor Poder para resolver cualquier situación que no desea o que no le conviene: Yo Renuncio.

Los empleadores, los jefes, los empresarios son los que reconocen claramente al Profesional de Valor y quienes toman la iniciativa para retenerlo, mantenerlo, disputarlo, tenerlo contento. Y si no lo hacen, pues peor para ellos, el Profesional de Valor sale por mejores caminos con su Capacidad de Producción como equipaje.

Toda la preocupación y esfuerzo por construir “ambientes agradables de trabajo”, conseguir el reconocimiento justo del trabajo y del talento, establecer Políticas que aumenten la productividad, aspirar a la formación de una “Gerencia de la Felicidad” que viabilice (por prescripción) el bienestar en el trabajo, no son de importancia capital para el Profesional de Valor, puesto que él trabaja por sí y para sí en todas ésas condiciones.

Un mundo diferente le espera a la Productividad en general cuando se reconozca que la tarea primordial se encuentra en el fomento de la construcción personal y profesional de Valor, cuando se entienda que la modificación y la solución de los problemas del Sistema no puede partir de las disposiciones colectivas sino del cambio del individuo, cuando se comprenda que cualquier tipo de “estructura” destinada al bienestar social (el Estado de Bienestar, por ejemplo), sólo puede tener sustento en el rendimiento y la productividad individual dinamizada por criterios de excelencia en el comportamiento personal y no por disposiciones que emanan de lejanas e ignorantes estructuras de Poder.

Las empresas se volverán mucho más eficientes cuando trabajen con cuadros profesionales que interpongan un Yo Renuncio ante condiciones que nos les sean favorables.

Los jefes serán mejores jefes cuando aquellos que dirijan tengan el Yo Renuncio como una medida práctica de evaluación de sus funciones.

Los departamentos de Recursos Humanos podrán finalmente enfocarse en coadyuvar al desarrollo del Valor en los individuos y dejar las prácticas asistencialistas y paternalistas. Cuando el Yo Renuncio deje de ser una probabilidad remota, las organizaciones tendrán que hacer un trabajo fino para mantener a sus cuadros, y los especialistas en Recursos Humanos tendrán que dejar ésas prácticas de gobierno que parecen más apropiadas para el ordenamiento de una Guardería de niños que para el gobierno de profesionales de primer nivel.

El Yo Renuncio es, finalmente, una forma de quererse a uno mismo. De reconocerse como una persona de Valor, de confiar en la capacidad propia y de entender lo que John Lennon sabía desde niño.

DATOS DEL AUTOR.-

Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.

Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”

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