Suena muy bien, ¿cierto? Abandonar la ciudad, el estrés de los atascos o del metro, comprar una casa abandonada en algun pueblo con encanto, o mejor una granja, y montar allí un alojamiento rural para las personas cada vez más numerosas que buscan escapar de la rutina urbana.
De hecho, cuando se echa un vistazo a las cifras que publica el INE, el crecimiento del sector en España ha sido espectacular: de 1,2 millones de viajeros que disfrutaron de este tipo de experiencia en 2001 hemos pasado a 2,6 en 2010. La cifra ha bajado algo en 2010 respecto al 2009, pero nada comparable a otros sectores económicos.
Es una tendencia de fondo, pero tiene un gran pero: en el mismo periodo de 10 años, la oferta de plazas ha pasado de 43.000 a 131.000, es decir que ha subido bastante más que la demanda, conduciendo a una tasa de ocupación cada vez más mermada.
Por ello, y aunque en principio es una buena idea de negocio, hay que tener mucho cuidado antes de lanzarla. En un país tan grande como España seguro que quedan zonas atractivas con poca oferta, pero habrá que analizar en serio todos los factores antes de invertir, no haya a ser que acabemos creando una nueva casa rural vacía.